Fotografía de Man Ray
MUCHACHA DE CINQUENTA
Delfina Acosta
Pero tus ojos tienen todavía
la luz de las pupilas de las gatas
que salen al encuentro de la calle.
Y aquel plateado hilo de tu pelo
es delicada joya, acaso sueño
de la tiara aquella que tu amante
te puso porque reina reclinada
sobre su pecho fuiste en triste tarde.
Y hay en tu voz un nido de jazmines
que sueltan cuando el viento las sacude
un beso de rencor y de ternura.
Y sí, estás enamorada y abres
tus brazos, y esta noche, estando fija
la estrella en el oscuro firmamento,
y atentos a un cantar los marineros,
un largo beso morderá tu boca.
MUCHACHA DE CINQUENTA
Delfina Acosta
Pero tus ojos tienen todavía
la luz de las pupilas de las gatas
que salen al encuentro de la calle.
Y aquel plateado hilo de tu pelo
es delicada joya, acaso sueño
de la tiara aquella que tu amante
te puso porque reina reclinada
sobre su pecho fuiste en triste tarde.
Y hay en tu voz un nido de jazmines
que sueltan cuando el viento las sacude
un beso de rencor y de ternura.
Y sí, estás enamorada y abres
tus brazos, y esta noche, estando fija
la estrella en el oscuro firmamento,
y atentos a un cantar los marineros,
un largo beso morderá tu boca.
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