Delfina Acosta
No son los años, no, los abejorros
se llevan de mi néctar lo que queda,
hambrientos cada noche en mis mejillas
que ayer tenían luces se presentan.
Y la paloma en quien yo confiaba
mi rostro come y sólo fruta vieja
es el lunar que me hizo vanidosa
en una tarde azul de primavera.
No son los años, no, los lobos pasan
encima de mi cuerpo y de sus huellas
que son quebradas ramas se levanta
un viento desangrando mi corteza.
¡Y el cuervo que el viñedo desatiende
para escarbar sin pausa en mi cabeza !
Por eso es mi mirada pensativa
y cubre a mis cabellos la tristeza.
No son los años, no, los abejorros
se llevan de mi néctar lo que queda,
hambrientos cada noche en mis mejillas
que ayer tenían luces se presentan.
Y la paloma en quien yo confiaba
mi rostro come y sólo fruta vieja
es el lunar que me hizo vanidosa
en una tarde azul de primavera.
No son los años, no, los lobos pasan
encima de mi cuerpo y de sus huellas
que son quebradas ramas se levanta
un viento desangrando mi corteza.
¡Y el cuervo que el viñedo desatiende
para escarbar sin pausa en mi cabeza !
Por eso es mi mirada pensativa
y cubre a mis cabellos la tristeza.
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