viernes, 8 de octubre de 2010

EL CLUB DE LOS MELANCÓLICOS




Fue presentado ayer, 7 de Noviembre de 2010, en el local del Ateneo Paraguayo, el libro de cuentos de Delfina Acosta, "El Club de los Melancólicos", publicado por Editorial Servilibro, Asunción, Paraguay. La presentación estuvo a cargo del poeta Victorio Suárez.

“El libro de Delfina Acosta se caracteriza por una gran calidad de lenguaje, capacidad de narración, una fulguración poética que demuestra el oficio de la escritora y periodista”, refirió el poeta Victorio Suárez acerca de la labor de Delfina Acosta.

Respecto a la nueva obra de Acosta, Suárez comentó: “La característica más importante del libro es la de haber logrado un sentido de unidad, desde el primer cuento hasta el último. Es interesante palmar en la escritura de Delfina cómo trabaja las historias, los hechos regresivos, instalando en nuestro tiempo con una frescura imaginativa que logra dar pistas concretas hacia una nueva narrativa, exquisita y sintética al mismo tiempo”.
Suárez valoró los personajes que aparecen en la obra. “Los protagonistas que desfilan a nuestro encuentro, si bien son imágenes que quedaron en la memoria, recupera hoy con nitidez para decirnos lo que pensaron, lo que fueron y lo que sigue siendo hoy ya dentro de la literatura dentro del libro de Delfina.Indudablemente esa práctica cotidiana periodística, su formación de poeta, su lectura sistemática posibilitaron para que con este nuevo libro ella exponga una respetable calidad literaria”, resaltó el escritor.

En relación con la obra, dice la escritora Tania Alegria, en el prólogo:

"En la medida en que es verdadera la acepción de Tolstoi según la cual el autor que describa bien su aldea hablará del mundo, la escritura de Delfina Acosta es universalista.
En el abordaje de las sensibilidades la autora descobija y muestra en su impúdica desnudez la más variada gama de sentimientos y emociones: desde el amor hasta el odio, desde la curiosidad hasta la intriga, desde el tedio hasta la exaltación, desde el vínculo más íntimo hasta la soledad más desamparada. Y en ningún momento de su narrativa se encuentra oculto el lirismo reconocido y admirado por quienes conocen la excelencia de su obra poética.
Cada uno de los cuentos que componen este libro es un derroche de sensaciones que gritan desde la vivacidad del lenguaje y la opulencia de la creatividad. En “El club de los melancólicos” el lector encontrará una muestra privilegiada de la narrativa de una escritora de extraordinario calibre cuya obra honra a las letras latinoamericanas".




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LIBRO PLENAMENTE LOGRADO DE INTENSIDAD NARRATIVA Y FULGURACIÓN POÉTICA

El oficio de periodista brinda indudablemente grandes ventajas al escritor. Muchos grandes exponentes de las letras a nivel nacional y universal ejercieron tareas en la prensa escrita y luego pasaron a constituirse en grandes creadores de ficción. Es lo primero que se me ocurre decir después de seguir con mucha atención los cuentos de Delfina Acosta. A la ventaja ya señalada, en el caso de nuestra escritora, se suma otra más de fundamental importancia, la excelente formación literaria y el cultivo de la poesía de manera sistemática desde aquellos años iniciales en que integró el cenáculo Taller de poesía Manuel Ortiz Guerrero, también denominada promoción del 80 sólo para indicar su aparición en el contexto de la literatura paraguaya.

Sin embocar aún en la gran imaginación que la cuentista expone en sus trabajos, vale iniciar esta presentación resaltando de manera muy especial el manejo del lenguaje que despliega Delfina. Divorciada del mero retoricismo, de las frases hechas y de la rispidez, cada cuento encierra un cúmulo de frescura, de situaciones e imágenes amparadas por indulgentes cargas poéticas. Los momentos de ensoñación pasan, como así también el perfil de los personajes que desfilan innumerablemente para rescatar nostalgias, adyacencias de ríos, aroma de patios y, por sobre todo: vida. La existencia no es solamente tristeza en la voz de la poeta y narradora, tampoco la nostalgia es congoja, por lo menos esa es la orientación que nos brinda Delfina cuando dice las cosas y nombra con precisión cada paso que va ganando en el tiempo. La poesía tiene alas y vuela de manera rasante y altiva al mismo tiempo en los cuentos de este libro, su propósito apunta a entender los entretelones de la existencia humana; el pasado si bien es un recuerdo, un toque regresivo persistente, increíblemente se renueva y aquilata su espacio para adquirir vigencia y decirnos que hay hechos que ocurrieron y que están decididos a perdurar.

Las reminiscencias cuando enseñan su contenido profundo (o a veces su nostálgica simpleza aniñada), tienen buenos argumentos para quedarse y no borrarse, tal como ocurren con ciertos pasajes, paisajes y personajes que atravesaron el dialéctico discurrir de la memoria. La faena de ensamblar motivos y hechos y dichos requiere de mucha maestría y actitud para rescatar aquellos detalles que verdaderamente valen, es decir, que sirven de soporte para hacernos sentir una buena literatura. Nada más penoso que subir la cuesta sin comprender el motivo para finalmente no encontrar nada. Muchas veces eso ocurre con algunos libros que culminan en intentos o exhalaciones que no rubrican su destello. De esto se salva con creces nuestra escritora, pues, no solamente es capaz de conducirnos hacia las fulguraciones que presienten el alma sino también hacia la inminencia de una narrativa concisa, excelente, de fácil lectura, porque en ningún momento pierde el rumbo y en todo momento nos depara exquisitez y desarrollo temático preciso.

La captación completa, cinematográficamente, de los lugares y los protagonistas de los cuentos son verdaderamente admirables, tal vez, Delfina haya sido una observadora muy persistente en su niñez y dispone de suficiente memoria para pintar con tanta hondura los perfiles que caracterizan a esos seres olvidados y que sienten en sus almas los achaques del tiempo, tal como percibimos en su Hora nocturna, donde no se trata solamente del reloj que marca la penumbra sino de la oscuridad misma que golpea de manera inclemente a los seres humanos viejos y ausentes pero que combinan la superstición y muchas veces la lectura de sus autores preferidos. En Orquídeas para clara, un magnífico cuento de amplitud sensual, la historia amorosa marca sus propios condimentos para exaltarnos cumpliendo un ritual donde dos cuerpos raspan el panal de miel en la intensidad de aquel ambiente sombreado por el aliento del jardín, de final insospechado y lascivo nos conduce hacia un cuadro intrigante pero de poesía dilatada, nunca efímera.

Relatos que deslizan entre la tercera y la primera persona, presagian en todo momento la memoria y la deflagración de las vivencias, tal vez de la misma escritora, que se dedica a narrar, siempre desde una visión de delicadeza, esmero, buen gusto e inteligencia. Desde las primeras páginas uno va recorriendo rincones, inexistentes ya pero que aún encienden el fuego a través de la palabra y la invención. Se trata de una nueva producción que consigue magistralmente plantar su unidad, logro que llega mediante lecturas y una permanente dación por la escritura. Más que recomendable por su intensidad narrativa y fulguración poética.

VICTORIO SUÁREZ

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SOBRE "EL CLUB DE LOS MELANCÓLICOS" DE DELFINA ACOSTA
por Osvaldo González Real

El creador del sicoanálisis, Sigmund Freud, había dicho que la melancolía era un duelo por la pérdida del ser amado. Esto produciría una depresión (una especie de “enfermedad del alma”) que llevaría a la persona afectada hacia la ensoñación, a una tristeza – que según los escritores románticos – favorece la creatividad. De allí que algunos grandes poetas y novelistas hayan sido atacados por esa “dulce y voluptuosa” enfermedad. Como ejemplos notables tenemos a Poe y Baudelaire cuya obra ilustra lo afirmado anteriormente.

En el caso de los cuentos de Delfina encontramos varios de los síntomas característicos de la melancolía en muchos de sus personajes y en la atmósfera de pesadilla en que viven: alguna obra de Beethoven (para Elisa) ejecutada en el piano inglés de tres pedales, el pájaro solitario que canta, de pronto, en una rama, una mariposa llevada por un ejército de hormigas, el viento que arrastra hojas de otoño, son elementos que caracterizan su estilo. Justamente, el titulado como el libro en cuestión, es un verdadero “club” de desesperados que se reúnen para consolarse mutuamente y paliar su soledad mientras escuchan embelesados A mi manera de Frank Sinatra. Para ser miembro de esta extraña asociación hay que obedecer ciertas reglas como la de “concebir la vida como un disgusto, un desaire, un pensamiento triste que despeina”, en fin, intercambiar suspiros con los asmáticos y evitar a los felices. No se puede encarar el mundo en base a aspirinas y Alprazolán, expresa con voz cansada uno de los socios. La llovizna otoñal siempre acompaña la lectura de versos como “veinte poemas de amor…” de Neruda, etc.. Pero la melancolía es “una caja de Pandora” donde hay de todo, inclusive el amor. Y así se disgrega esta rara institución cuando una de las parejas decide casarse. Por otra parte, la heroína del “El contrato” lee Madame Bovary y especula con el suicidio de la mujer engañada. Otra, aparece en una conferencia, seduce a un joven y luego desaparece como un fantasma. Era un fantasma? O, simplemente la elucubración de una escritora que no sabe como terminar un cuento?
En fin, en la obra de Delfina Acosta podemos encontrar – como en su excelente poesía– un don especial para la introspección sicológica, un manejo del tiempo narrativo y la creación de situaciones límite, que crean suspenso, como en el cuento policial “Orquídeas para Clara”.


OSVALDO GONZÁLES REAL

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Muy buen post, estoy casi 100% de acuerdo contigo :)

Delfina Acosta dijo...

Gracias,anónimo.
Un abrazo